El ser parte de una familia es una gran bendición. Tu familia te puede proporcionar compañía y felicidad, ayudarte a aprender principios correctos en un ambiente de cariño y prepararte para la vida eterna
Las familias fuertes requieren esfuerzo. Tu familia será bendecida a medida que hagas tu parte para fortalecerla. Sé alegre, servicial y considerado o considerada con los miembros de tu familia. Muchos de los problemas que surgen en el hogar ocurren cuando los miembros de la familia hablan y actúan de manera egoísta o descortés. Procura ser pacificador(a) en lugar de fastidiar, pelear o discutir. Demuestra amor por los miembros de tu familia todos los días; comparte tu testimonio con tu familia por medio de palabras y acciones. Tu buen ejemplo puede marcar la diferencia en el fortalecimiento de tu familia.
Honra a tus padres, demostrándoles amor y respeto; obedécelos a medida que te guían con rectitud. Ayuda en casa de buen grado y participa en actividades y tradiciones familiares sanas. Únete a tu familia en la oración familiar, en el estudio de las Escrituras y en las noches de hogar. Guardar esos mandamientos fortalece y unifica a las familias. Si los integrantes de tu familia no hacen esas cosas juntos, ora y estudia las Escrituras por ti mismo(a); tu ejemplo puede alentarlos a unirse a ti.
Fortalece las relaciones que tienes con tus hermanos y hermanas; ellos pueden llegar a ser tus mejores amigos. Apóyalos en todo lo que sea de interés para ellos y ayúdalos con los retos que puedan afrontar.
Dios desea que todos Sus hijos vengan al mundo como parte de una familia eterna, con una madre y un padre que se amen y se cuiden mutuamente y que hagan lo mismo por sus hijos. Si eso no sucediera contigo, sé paciente y sigue viviendo rectamente. Busca modelos dignos para imitar. Prepárate ahora mismo para cumplir con tu función divina de esposo o esposa y de padre o madre. Comprométete a contraer matrimonio en el templo y a establecer tu propia familia eterna.
Comentarios